Las misiones jesuíticas Con los conquistadores españoles y portugueses llegaron al Nuevo Mundo sacerdotes y frailes: franciscanos, dominicos, agustinos, mercedarios y, más tarde, los jesuitas. Sobreponiéndose a las dificultades naturales de la geografía y, muy a menudo, en violenta oposición a los intereses de los colonizadores, se dedicaron, como predicadores itinerantes, a la “conquista” espiritual de los nuevos pueblos descubiertos.
Prevenidos con múltiples experiencias y fracasos, los jesuitas desarrollaron desde el año 1600, mediante una aplicación inteligente de las leyes vigentes a favor de los nativos, una obra bien pensada de instalaciones para asentar a los nativos y lograr su conversión al cristianismo. Clanes, grupos y tribus fueron concentrándose, bajo la dirección de sus jefes, los Caciques, en estaciones comunes, las llamadas Reducciones. Esta labor fue, con frecuencia, un largo proceso de años de pruebas y ensayos, hasta que los nativos se decidían libremente a la vida sedentaria.
Las Reducciones
Según la idea de los jesuitas, las Reducciones dependían directamente de la corona española y, por tanto, estaban exclusivamente bajo el Patronato Real. Por el aditicio cuarto voto, los jesuitas se sentían directamente vinculados al Papa. Consecuentemente, mantenían la exención eclesiástica y recusaban entregar los diezmos de la Iglesia, por más que en su función de administradores de parroquias estaban sometidos a la visita del Obispo. En la realidad, la tutela de los jesuitas llegó a formar una zona extraterritorial en el interior de Sudamérica, limítrofe con los territorios sometidos a las dos potencias colonialistas de España y Portugal. A finales del siglo XVII, cuando fue suprimida la Compañía de Jesús, unos 250.000 nativos, distribuidos en unos 100 pueblos, vivían en esta “república cristiana”. Era un refugio seguro contra la caza de esclavos, que practicaban los crueles “bandeirantes” de Brasil, y ponía un límite a la esclavitud, prohibida desde luego, pero que abierta e impunemente se fomentaba en las colonias españolas colindantes. Las Reducciones eran pueblos exclusivamente para nativos de la región, que llevaban una vida comunitaria. El centro de esta vida era la práctica religiosa y el trabajo, ambos, reglamentados y todo bajo la dirección del Sacerdote misionero y un coadjutor, quien se encargaba de la parte material.
Por lo tanto, en la misión había un Templo, el colegio o residencia de los religiosos en torno al cual se agrupaban la escuela, los talleres para trabajos de mujeres y hombres, el hospital, el arsenal y las viviendas de los pobladores. El Urbanismo de Chiquitos contemplaba una plaza central sobre la que se alzaba el Templo, en el centro de la plaza había una Cruz monumental y en sus esquinas cuatro cruces o capillas. Los edificios eran de madera y ladrillo en construcciones que pretendían ser provisionales y que nunca se las pudo sustituir, salvo el caso de san José de Chiquitos, con arquitectura de piedra.
Tierras y gentes
A fines del siglo XVII, el territorio de Chiquitos abarcaba una superficie mayor que la actual República Federal de Alemania. Limitaba al Norte con los afluentes del Amazonas, al Sur con el río Paraguay y las áridas sabanas del Chaco. Al Este lo recortaban extensos curiches, que en los mapas antiguos aparecen como un gran mar interior, el lago de los Xarayes. Al Oeste chocaba con el río Grande. El territorio estaba cubierto de enormes bosques, atravesado por arroyos de pesca abundante. Había toda clase de animales y de aves, y también venenosas serpientes. La tierra era fértil. El país estaba habitado y era recorrido por pequeños grupos de distintas culturas y un sin número de idiomas: “Cada ranchería…usa lenguaje diferentísimo y difícil, y mucho más que todos el de los chuiquitos”, dice la primera crónica de esta región. La misma crónica explica la designación del país y su gente: “las casas no son más que unas cabañas pequeñas de paja de los bosques, una junto a otras; entran en ellas a gatas.” De ahí les viene el apelativo de “chiquitos.”
Hoy, se llama a la zona y a la lengua “Chiquitos,” y a la gente “Chiquitanos”, mientras que la “Chiquitanía” es el conjunto de las modernas y pujantes provincias de Ñufl o de Chávez, Ignacio Velasco, Chiquitos, Ángel Sandoval y Germán Busch.
Las Misiones en Chiquitos
La crónica jesuítica dice que los nativos buscaban la paz, porque se veían acosados por los tratantes brasileños de esclavos. El Gobernador consideró oportuno el momento para convocar a los jesuitas. El año 1691, el P. José Francisco de Arce (1652-1715) y el Hno. Antonio de Rivas (1649-1709), recibieron del P. Provincial Gregorio Orozco (1630-1702) el encargo de recorrer todo Chiquitos para encontrarse en la ribera del Paraguay con otros siete jesuitas, que como primer grupo de misioneros debían establecer la conexión fl uvial desde el Paraguay hasta Chiquitos. La expedición fl uvial fracasó, debido a las intensas lluvias y otros fenómenos naturales. Llegaron al primer poblado de los chiquitanos. Sus habitantes, de la tribu de los Piñocas, padecían entonces una peste y rogaron al misionero se quedara entre ellos, y le prometieron, a cambio, construirle una casa y un Templo. Así comenzó la gran misión, el día de san Silvestre del año 1691.
Con la modesta, pero simbólica inauguración del Templo, comenzó la labor de promoción humana integral de los jesuitas. Fue el primer pueblo fundado, que más tarde sería dedicado a San Francisco Javier. Los siguientes años se fundaron nuevos pueblos: San Rafael (1696), San José (1698), San Juan (1699), Concepción (1709), San Miguel (1721), San Ignacio (1748), Santiago (1754), Santa Ana (1755) y Santo Corazón (1760). Esta última población fue animada por los jesuitas sólo durante siete años, pues su expulsión ocurrió en el año 1767…La labor evangelizadora caló hondo en el corazón, en la historia, en la cultura de los Chiquitanos. (Cfr. Bösl, Antonio Eduardo, Una joya en la selva boliviana, pp. 15-47)
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